Manifiesto

Manifiesto de la Red internacional de organizaciones feministas de América Central y el Mediterráneo por una vida libre de violencias.

Reunidas en San Salvador (El Salvador) las integrantes de la Redi Internacional de organizaciones feministas de América Central y Mediterráneo por una vida libre de violencias, en el marco de las jornadas de trabajo, compartimos:

 

La identificación de la dimensión transcultural de la violencia contra las mujeres en todas las sociedades patriarcales que silencian las voces y las experiencias de las mujeres y niegan y cancelan sus relatos, y el contrasentido que supone confiar, exclusivamente, la reparación de la violencia machista a las estructuras institucionales. Razón por la cual, las integrantes de la Red concluimos este manifiesto fundacional:

 

Ante la violencia machista la respuesta institucional es, en el mejor de los escenarios posibles, una apuesta superficial que maquilla las consecuencias y desatiende las causas. Existe un falso discurso de los estados, que crean legislaciones para eliminar la violencia contra las mujeres, pero pocas veces esas leyes inciden en la mejora de la cotidianidad de las vidas de las mujeres ya que en la práctica no son implementadas. Sin fondos ni mecanismos ejecutivos, las leyes, por si solas y sin las luchas y propuestas feministas, no transforman las condiciones de vida de las mujeres. Son leyes elaboradas por Estados patriarcales, racistas, capitalistas, y no responden a los intereses de las mayorías excluidas (mujeres, indígenas, negras, campesinas, obreras…). En gran medida, promueven la discriminación de las mujeres y conceden total impunidad a la violencia que se ejerce en su contra.

 

La mirada a la ley, como única garantía de abordaje de las violencias machistas, significa un obstáculo para reconocer la voz, la experiencia y las prácticas de desarticulación del patriarcado que las mujeres hemos creado a lo largo de la historia. En este sentido, pretender que el Estado de derecho es el lugar de reparación de la violencia que las mujeres enfrentan en sus cuerpos y sus vidas, es cancelar el hecho que la recuperación está en los propios procesos de las mujeres y reducir las dimensiones de su experiencia, es remitir su existencia, únicamente, a partir del reconocimiento de otros y es, este, el principal agravio.

 

Las mujeres hemos esperado protección y reparación de los estados de derecho, hasta que hemos entendido que, aquello que en su fundación nos excluyó como sujeto político, no puede autorizarnos la identidad y la existencia, puesto que su funcionamiento se alimenta de la discriminación de las mujeres.

 

El patriarcado no se esperaba que llegásemos hasta aquí, pero ya hemos entendido que somos en otro orden de sentido del mundo. Y en este orden de sentido, históricamente, hemos sostenido y preservado la vida.

 

Y, por todo esto, sabemos que es importante nombrar que el trabajo de las mujeres para erradicar las violencias machistas es nuestro desplazamiento, nuestro movimiento de resignificación del relato de las mujeres, del arraigo en las genealogías femeninas y feministas como practicas propias de gestación en otro orden simbólico en el que, las mujeres, somos voz.

 

Hemos hecho de la sororidad el lugar de nuestra política, para contar la historia de nuestras resistencias y colocar a las mujeres, y sus experiencias, en el centro.
Las mujeres tenemos lugar y en éste gestamos espacios de aprendizajes de nuestros cuerpos y de nuestras vidas, para desarticular las opresiones del patriarcado como sistema biocida, genocida, y colonial.

 

Las mujeres sabemos del riesgo de romper el silencio para nombrar la propia experiencia, validar nuestros sentires e intuiciones, para nombrar la violencia sexual, pero nos responsabilizamos de nuestro importante papel para que esto no ocurra a otras y, en este compromiso con las demás mujeres, transformamos el mundo.

 

Las mujeres estamos en movimiento, y el andar nos ha dado la dimensión de cuántas somos en este despertar colectivo del que somos protagonistas, para nombrarnos y nombrar el mundo que queremos. Por ello, tomamos las calles, y nos reconocemos las unas en las otras.

 

Estas son las leyes de las mujeres: que las otras, todas, estemos a salvo.

 

No queremos ser valientes, somos libres.

 

San Salvador, 29 de mayo de 2018

 

ORMUSA de El Salvador; CDM de Honduras; Actoras de Cambio de Guatemala; Mains Solidaires y Association Marocaine pour les Droits des Femmes de Marruecos; Suds, Calala, SURT y Tamaia de Barcelona, España; y UPWC de Palestina