Las fronteras son la ordenación de los territorios y de los cuerpos de las mujeres, las fronteras sustentan identidades diversas entre mujeres y disponen relaciones de poder y lugares de privilegio entre nosotras. Las fronteras son hoy un lugar de dificultad y de conflicto en los feminismos. Si bien pensarnos como la otra, no reconocer los privilegios que las fronteras brindan a unas, no admitir que las fronteras expropian derechos a las mujeres, no entender que las fronteras son motivo para el feminicidio, es un error; es imprescindible encontrar un lugar para poder decir la frontera desde la práctica de sororidad y es urgente cesar en el uso paradigmático patriarcal de la frontera como categoría que ordena nuestra diferencia
Las fronteras son violencia machista
"Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo."
Audre Lourde
“En el ámbito académico se tiene la peculiar arrogancia de emprender debates sobre teoría feminista sin entrar a analizar nuestras numerosas diferencias y sin conceder espacio a las significativas aportaciones de las mujeres pobres, Negras, del tercer mundo y lesbianas. (…)
¿Qué significa que las herramientas del patriarcado racista se empleen para examinar los frutos de dicho patriarcado?
Significa que la amplitud del cambio posible y permitido es escasísima. (…) Para las mujeres la necesidad y el deseo de apoyarse mutuamente no son patológicos sino redentores, y hay que partir de este conocimiento para redescubrir nuestro auténtico poder. Esta conexión real es la que despierta miedos en el mundo patriarcal. (…) La interdependencia entre las mujeres es el camino hacia la libertad que permite que el Yo sea, no para ser utilizado, sino para ser creativo. Ésta es la diferencia entre un estar pasivo y un ser activo.
Promover la mera tolerancia de las diferencias entre las mujeres es incurrir en el más burdo de los reformismos. Supone negar por completo la función creativa que las diferencias desempeñan en nuestras vidas. Las diferencias no deben contemplarse con simple tolerancia; por el contrario, deben verse como la reserva de polaridades necesarias para que salte la chispa de nuestra creatividad mediante un proceso dialéctico.
Es en la interdependencia de las diferencias recíprocas (no dominantes) donde reside la seguridad que nos permite descender al caos del conocimiento y regresar de él con visiones auténticas de nuestro futuro, así como con el poder concomitante para efectuar los cambios que harán realidad ese futuro. Las diferencias son la potente materia prima a partir de la cual forjamos nuestro poder personal. (…)
Quienes nos mantenemos firmes fuera del círculo de lo que esta sociedad define como mujeres aceptables; quienes nos hemos forjado en el crisol de las diferencias, o, lo que es lo mismo, quienes somos pobres, quienes somos lesbianas, quienes somos Negras, quienes somos viejas, sabemos que la supervivencia no es una asignatura académica. La supervivencia es aprender a mantenerse firme en la soledad, contra la impopularidad y quizá los insultos, y aprender a hacer causa común con otras que también están fuera del sistema y, entre todas, definir y luchar por un mundo en el que todas podamos florecer. La supervivencia es aprender a asimilar nuestras diferencias y a convertirlas en potencialidades. Porque las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo. Quizá nos permitan obtener una victoria pasajera siguiendo sus reglas del juego, pero nunca nos valdrán para efectuar un auténtico cambio. Y esto sólo resulta amenazador para aquellas mujeres que siguen considerando que la casa del amo es su única fuente de apoyo”.
Conferencia entera en: https://sentipensaresfem.wordpress.com/2016/12/03/haal/
Las mujeres habitamos en distintos países, vivimos dispersas por diversos lugares del mundo y, sin embargo, tras ninguna frontera nuestras vidas están protegidas ante la violencia machista. Esta violencia que todas enfrentamos, habla de nuestra diáspora y de la importancia de reconocernos como comunidad humana más allá de los contextos sociales y culturales, más allá de las fronteras que dividen la tierra dentro del ordenamiento simbólico patriarcal. Sin una comunidad – afirma Audre Lorde – es imposible liberarse, como mucho se podrá establecer un armisticio frágil y temporal entre la persona y su opresión. Mas la construcción de una comunidad no pasa por la supresión de nuestras diferencias, ni tampoco por el patético simulacro de que no existen tales diferencias.
Quizás la primera comunidad sea la Sociedad de Outsiders que refirió en su libro Tres Guineas Virginia Woolf. Quizás romper la lógica territorial sea un punto de partida para hablarnos unas a otras de nuestras experiencias de tránsito, experiencias que buscan un lugar donde la violencia machista no silencie nuestras voces.
“Y así es por cuanto, como mujer, no tengo patria. Como mujer, no quiero patria. Como mujer mi patria es el mundo entero”. Virginia Woolf
Las mujeres no queremos jugar más al juego de la política masculina tradicional, que es la que precisamente conduce a la guerra y que es la máxima expresión de violencia contra las mujeres y sus hijas e hijos. Entre matar y morir, que es la encrucijada de la guerra, las mujeres elegimos vivir. Por tanto, conscientes que el patriarcado es una estructura transnacional, nuestras prácticas deben sostener el cuidado de las mujeres, de todas las mujeres, sobre todo de aquellas que en su trayecto quedan expuestas a la violencia machista, violencia que algunos hombres ejercen en el uso de su posición de privilegio dentro del patriarcado.
Y en este acto de pensar el presente ¿Cómo construimos los diálogos? Este es un problema político y así lo define Maria Galindo, del colectivo Mujeres Creando de Bolívia.
“En el caso de las mujeres, la ruptura con el universal de mujer ha sido vital para la constitución misma de su voz.
Hay muchos movimientos estancados que estiran y eternizan su gesta de enunciación y autoafirmación y que se niegan a asumir que ése es un momento, un paso, una etapa de un proceso de liberación y no la liberación misma. (…) Juegas socialmente el papel de la víctima y siempre puedes denunciar tu debilidad, siempre puedes señalar las responsabilidades del sistema, del otro poderoso, pero jamás colocarte en una perspectiva realmente subversiva. Es cuando los discursos dejan de comunicar porque repite siempre lo mismo. (…)
Esta crítica no es una invitación al escepticismo pero sí a sacudirnos de nuestros cómodos lugares identitarios. Hoy ni ser maricón, ni ser lesbiana, ni ser mujer, ni ser indígena, ni ser discapacitada, ni ser joven, ni ser vieja, ni siquiera ser puta resulta de por sí un lugar subversivo, interpelador o incómodo para el sistema.
María Galindo Feminismo Urgente ¡A despatriarcar!
Y siguiendo a Maria Galindo ¿cómo nos salimos del guion del sistema las mujeres para hablar de migraciones?